Windows cumplió 40 años… y enfrenta el momento más crítico de su historia

Windows cumplió 40 años, y mientras leo esta fecha histórica, no puedo evitar recordar cómo empezó todo aquel 20 de noviembre de 1985 con Windows 1.0, una interfaz gráfica que se montaba sobre MS-DOS. Cuatro décadas después, Windows no solo está vivo: domina más de 1.4 mil millones de dispositivos y sigue siendo el nombre que todos asociamos automáticamente con una PC.

Las versiones más queridas —Windows 95, XP, 7 y 10— se convirtieron en parte de nuestra cultura. Fueron esos sistemas los que nos marcaron, los que muchos recordamos como “los buenos tiempos”. Si creciste en los 90 o los 2000, es prácticamente imposible no sentir nostalgia cuando escuchas esos nombres.

Pero su historia no ha sido perfecta. Windows ha pasado por demandas antimonopolio, lanzamientos desastrosos, decisiones de diseño cuestionables y polémicas que todavía generan debate. Aun así, la plataforma sobrevivió todo y terminó consolidándose como la opción predilecta para millones.

Windows 95 marcó un antes y un después… pero también ahí empezó un estancamiento que sigue hasta hoy

Aunque la fiesta inició con Windows 1.0, la verdadera explosión llegó en 1995. Windows 95 no solo cambió la interfaz; definió lo que hoy entendemos como “usar una computadora”: el menú Inicio, la barra de tareas, los controles de ventana, la organización del escritorio. Lo impresionante es que, treinta años más tarde, seguimos usando los mismos conceptos.

Sí, hoy todo se ve más moderno, tiene animaciones, efectos y sonido más cuidado, pero la base es exactamente igual. El escritorio es el mismo. La estructura de ventanas es la misma. Incluso la lógica detrás de cómo navegamos sigue sin moverse ni un centímetro desde 1995.

El único momento en que Microsoft se atrevió a romper esa fórmula fue con Windows 8… y el golpe fue tan grande que la compañía todavía no termina de recuperarse. La interfaz estilo “Metro”, los mosaicos, la pantalla completa para el inicio… absolutamente todo fue rechazado. Y apenas un par de años después, Microsoft abandonó el experimento.

Desde entonces, Windows ha existido con cierto miedo. No en cómo funciona, sino en cómo evoluciona. La plataforma dejó de arriesgarse. Windows 10 intentó lanzar una visión más unificada —la famosa idea de OneCore para teléfonos, PC y Xbox— pero también fracasó. Y así, paso a paso, Windows terminó en este estado donde parece reaccionar más que innovar.

Las cifras lo confirman: el uso general de Windows ha disminuido durante la última década. Cada vez más escuelas utilizan ChromeOS o iPads, y eso significa más generaciones que crecen sin Windows como referencia. Incluso muchos adultos que usaban Windows desde niños decidieron dar el salto a Mac, especialmente desde el boom de Apple Silicon.

Y lo peor: Windows empezó a ganarse la fama de “la opción inferior” frente al Mac, una percepción que le está haciendo daño.

Microsoft tuvo algunos éxitos, como la línea Surface Pro, que inspiró a Apple a cambiar el rumbo del iPad Pro. Pero a nivel de software, Windows no ha logrado salir de su jaula. Mientras el mundo explora nuevas formas de computación —relojes inteligentes, gafas, dispositivos híbridos— Windows se aferra al PC tradicional. Si ese formato llegara a desaparecer, Windows estaría en problemas reales.

Hubo un instante en 2019 donde pensé que Microsoft renacía: Windows 10X y el Surface Neo. Era una plataforma nueva, moderna, con un diseño fresco y un enfoque totalmente distinto. Pero el sueño terminó casi de inmediato. El proyecto fue cancelado y Microsoft volvió a refugiarse en el pasado. Ese día sentí que algo en Windows se apagaba para siempre.

Windows 11 tampoco cambió nada profundo. Es básicamente Windows 10 con un maquillaje elegante: nuevo menú Inicio, nuevos íconos, algunos trucos de productividad… pero en esencia es el mismo sistema de siempre. Nada que realmente rompa el molde.

Ahora enfrentamos un panorama donde los dispositivos vestibles crecen, las interfaces cambian y los paradigmas se transforman, pero Windows permanece clavado en su forma clásica. Es un riesgo enorme.

El golpe más reciente: un Windows obsesionado con la IA… y una comunidad que empieza a cansarse

Entramos a una etapa donde la inteligencia artificial está redefiniendo todo. Nuevos dispositivos basados 100% en IA ya se sienten inevitables. Pequeños, portátiles, siempre activos, capaces de procesar modelos en tiempo real. Y lo más preocupante es que Windows no parece estar preparado para ese futuro.

Windows 11, pese a ser un excelente sistema para PC, ha sido criticado por centrarse demasiado en la IA y descuidar problemas básicos: bloatware, fallos, lentitud, funciones innecesarias. Muchos usuarios ya lo etiquetaron como “la versión mala”, heredando el puesto que antes ocupaban Windows ME, Vista y Windows 8.

El peor momento llegó cuando Microsoft anunció que Windows 11 sería “un sistema operativo agente”, profundamente integrado con IA. La reacción fue inmediata: rechazo, burlas, preocupación por la privacidad y cansancio general. Pero Microsoft continúa empujando esta visión.

Y mientras tanto, la competencia acelera. SteamOS avanza en gaming. ChromeOS y Android dominan la educación. Apple Silicon continúa desafiando todo. La presión nunca había sido tan fuerte.

La sensación es clara: Microsoft está intentando meter IA a la fuerza en un sistema que ya está demasiado cargado. No está construyendo algo nuevo; está parchando algo viejo. Y ese enfoque podría costarle caro a Windows si no reacciona a tiempo.

Muchos creemos que este era el momento perfecto para que existiera un Windows 12 radical, moderno, diseñado desde cero para IA. Una versión que conviviera con la tradicional, pero que al mismo tiempo mirara hacia adelante. Era la oportunidad para romper el molde de 1995. Para inventar algo nuevo. Para modernizar el sistema, limpiarlo, hacerlo más ligero, más rápido, más adaptable.

Porque si no lo hace, Windows corre el riesgo real de quedar atrapado en el pasado mientras el mundo cambia frente a sus ojos.

Microsoft todavía puede salvarlo: reconstruyendo el sistema, eliminando décadas de código viejo, mejorando rendimiento, corrigiendo Windows Update y dejando atrás todo aquello que lo ata. Si la IA es realmente tan poderosa como dicen, podría ser el corazón de un sistema moderno que por fin deje el legado atrás.

Pero eso requiere valentía, innovación… y romper con hábitos de 30 años.

Deja un comentario

¡La mejor VPN a $2.99 y Antivirus con el 60% de descuento aquí!